Ese soy yo, y aunque ya no soy un pibe, y esta remera me queda con panza , hay cosas peores. Al otro día de ese último post, me llamaron desde Santa Fea, porque mi abuela había sufrido un accidente. Se cayó en la calle, y se quebró la cadera. Cuando llegué a lo de mi abuela, estaba en cama, tal cual la habían dejado los paramédicos. Vino alguna practicante y la dejó ahí tirada, y sin diagnóstico.Un camillero que llegó para llevarla a internación levantó la frazada, miró las piernas de mi abuela, y dijo, 'esto es una fractura de cadera: ¿ves cómo están las piernas? Una más corta que la otra, y torcida'. Era de manual. A partir de allí, y conmigo en el baile vino una serie de cuestiones que hubo que atender: internación, buscar dadores de sangre, cirugía. La traumatóloga que la atendió también era prototípica: gorda, con manos de carnicera, desaliñada. Todos los traumatólogos bien pudieron ser carpinteros, carniceros, o algo así. Como contrapartida, había una bioquímica que era un sueño erótico de verano: pelo corto, morocha, de anteojitos, cuerpo infernal. Cada vez que aparecía, se me cortaba el aliento. La imaginé tantas veces con bikini azul, que cuando entró a la habitación donde yo estaba para hacer una extracción de sangre, casi le digo: 'Te queda muy lindo el dos piezas'. En esas tres semanas de internación dormí en sofás, en sillas, aumenté varios kilos, y volví a ciertos vicios que dan las grandes ciudades. Ahí mismo, en el sanatorio donde estaba internada mi abuela conocí a un abogado, Milo, de Rafaela, que tenía a su mujer, Marta, internada con una fractura. La señora es esquizofrénica y me impresionó mucho su mirada: una ausencia total de emoción. Incluso la voz era chata, sin matices. También hubo un pase de humor sin intención de serlo: una enfermera le preguntó '¿Marta, cómo se siente hoy?', y la señora respondió, 'Mal, soy el demonio'; pero lo más gracioso -o trágico, como todo-, es que la enfermera dijo 'Bueno, bienvenido a la Tierra'. Una vez le dí de comer, porque el marido no estaba, y temblaba como una araña, lo que contrastaba con su forma de mirarme, casi sin pestañear. Alguna vez, hablando con Milo, y con una amiga de mi vieja en el sanatorio, me acordé de una de las 'Novelas Ejemplares', de Cervantes, 'El Licenciado Vidriera', que ilustraba esta enfermedad. Milo asintió, como celebrando la comparación, porque debe ser un ejemplo que los psiquiatras deben dar a menudo a los parientes de los pacientes. Y el otro 'nutcase' es mi abuela: trastorno obsesivo compulsivo, distimia, 'malcogedez'. Una vez me sacó tanto, que le pegué. Por supuesto que las heridas no se cerraron, porque están ahí, como las stigmatas que me recuerdan lo desaprensivo que soy. Desde mi último post cumplí 36 años, y aprendí a cambiar pañales, poner inyecciones, y perder la calma. 'Te estás haciendo hombre', me dijo DH, a quien encontré un par de veces en la costanera. Santa Fe sigue igual, con sus mujeres asquerosamente bellas, su siesta inalterable, y una muerte célebre: Leo Mattioli pasó a mejor vida, se llovió todo y empezaron los calores que seguramente van a inaugurar el infierno cunicular habitual.
Pero volvamos al disco de la imagen. Hay allí una canción que siempre me gustó: 'Cosmic Dancer', que se me antoja inspirada en la figura de Shiva, la deidad hindú de cuatro brazos, que dicen baila para destruir el pasado, pero también para construir el futuro, marcándonos una coreografía, que es todo el Universo en constante devenir segundo a segundo. Y así me sentí todo este tiempo: como siguiendo un paso que otro había escrito para mí. ¿Bailando por un sueño? No, BAILANDO EN UN SUEÑO. Los acontecimientos que me hicieron pensar esto también tienen que ver con el horóscopo chino, y mi signo, el gato, que me decía que el año se me iba a partir en dos, a partir de esa mita, y que algo importante iba a pasara en julio. Creer y reventar.