La Argentina piensa mal. En muchos campos, vamos contra la experiencia y el buen sentido. Es el país que llega a la indefensión nacional para castigar a un ejército por hechos de hace cuatro décadas. Entró, se filtró, o lograron infectar con un virus ideológico la garantía elemental de seguridad. Impusieron la visión trotskoleninista de demoler las instituciones militares y la policía, como vengándose de los años setenta, cuando una minoría se alzó contra el Estado para imponer una revolución socialguevarista, ajena y aislada ante la inmensa mayoría, empezando por el mismo Perón, los sindicatos y los partidos tradicionales. Sin embargo, con persistencia gramsciana, los guerrilleros que rodean a los K, aunque ya estaban generosamente indemnizados por sus derrotas de los 70, lograron afirmar la tarea de demoler a las Fuerzas Armadas, lograr que los policías se sientan más amenazados e inhibidos en la tarea represiva que los delincuentes en su agresión y que la Justicia se ausente en este momento de crisis, sin reaccionar con urgencia ante la criminalidad reincidente y concediendo excarcelaciones a una gran cantidad de menores, incluso en casos de asesinato o uso de armas. Algunos miembros de la Corte deben creer que son niños equivocados y con animus iocandi. El Poder Judicial parece refugiado y silencioso, pese a la tormenta con la que la mala política del Poder Ejecutivo arrasa con los principios básicos del derecho.En estos años, el olvido constitucional nos lleva a la anarquía. El Estado es un instrumento para conservar el poder K. La sociedad tiene la sensación de habitar un país invivible, con una corrupción que nos ubica más bien por debajo de los cien países más corruptos del planeta. Los K nos llevaron tan lejos que ya nadie quiere hablar con claridad y coraje del camino de retorno indispensable que la Argentina tendrá que transitar, tarde o temprano. Muchos "garantistas" pagaron su lujo humanista con los cadáveres humanísimos de ciudadanos honestos acribillados delante mismo de sus hijos o padres, mujeres violadas y decenas de policías que mueren sin afecto oficial ni el respeto debido a su profesión imprescindible y peligrosa.Es curioso que, en la desnaturalización idiomática que viven los argentinos, los mismos dirigentes de la oposición hablen a media lengua y se fuguen hacia la prevención educativa, la recuperación del joven delincuente y la inclusión social. Son escamoteadores del tema, que se refugian en la indispensable acción recuperatoria, rehuyendo la batalla central. Mientras ellos quedan bien con la sociología indiscutible y omiten hablar de armas y medios de acción inmediato, todos los días nos revuelve y convulsiona la noticia del comerciante, padre, estudiante, baleado a mansalva por el asesino-joven (no el niño-asesino, porque cuando se asesina disparando sobre alguien indefenso, a los 14 o 16 años, no hay niño que valga, la entidad "asesino" prevalece sobre la edad biológica). Hoy el vandalismo, el piqueterismo politizado y la protesta de tantos desamparados se derraman por las calles con su perfil agresivo. El oficialismo culpable y la mayoría de susurrantes opositores no estuvieron a la altura de la batalla que exige el orden público en un país crispado y conflictivo, donde nunca existió una cultura de respeto ciudadano.
Es el país que llega a la indefensión nacional para castigar a un ejército por hechos de hace cuatro décadas. Es el país que indemniza subrepticiamente a quienes participaron de un alzamiento contra el orden democrático. El mismo partido que ordenó aniquilar ese alzamiento siguiendo el pensamiento de defensa del Estado del propio Perón es el que ordenó indemnizar y exculpar a los subversivos. Muchos argentinos, sobre todo, jóvenes que no vivieron los hechos, recibieron una versión torcida. Por ese camino empiezan a creer que el orden es umbral de fascismo y la anarquía, saludable expresión de libertad. No imaginan que democracia implica un riguroso orden. Sin orden como primer valor, la democracia naufraga inexorablemente. Sea democracia socialista u organización liberal de la comunidad. Hace tiempo que la Argentina se arriesga a vivir más cerca del surrealismo que de la realidad. ¿Será una diversión gratuita o se pagará muy caro, en la medida en que el sector más humilde es el más golpeado por el irrealismo sentimental de los asesinos derrotados? ¿Qué hacer? ¿Qué cantidad de poder tendrá que tener el futuro gobierno democrático después de la demolición institucional de los K y la anarquización, desjerarquización e indisciplina que van de la misma familia al colegio, a la universidad, y que cubre tantos aspectos de la vida comunitaria?
(del número de La Nación del 10 de diciembre de 2009)
2 comments:
En un pais psicobolchevizado y farsante como este, el articulo en si requiere huevos, pero reproducirlo requiere mas huevos todavia ¡¡¡¡¡BRAVO, AMIGO!!!!!
Es que la engañifa ya es tan evidente que rebasa por los cuatro costados. La gimnasia revolucionaria, el constante catecismo de barricada es más que intolerable, alguien tiene que empezar a tirarle de las pelotas a estos hijos de puta.
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