Sunday, April 14, 2013

Es un Gordo Bueno



Había que ir. En lo personal, es una banda que escucho desde los 13 años, cuando en agosto de 1988 me compré Pornography, y The Top en cassette. Los años pasaron, y la música fue siempre un placer egoísta en el que The Cure fue un refugio acostumbrado, el solaz en el que uno imaginaba la resolución a los días de soledad, por el que los amores imposibles y su carga de anhelos, como toda fantasía personal, buscaban un cómplice para no ser sólo un deseo que se agota en sí mismo. Y ese cómplice fue siempre la música de esta banda. Por eso, el que canciones como 'Just Like Heaven', o 'Charlotte Sometimes', o discos como 'Faith', pasaran de reverberar en cuartitos de soltero a un estadio como el monumental, es como la verificación de una fantasía, y la concreción de un deseo de adolescente: ver la banda que nos acompañó durante desengaños amorosos, soledades y demas sarampiones. Pero yendo más a lo que significa esta banda en el contexto musical mundial, The Cure, como Talking Heads, Prince, Morrissey, Iron Maiden, U2, o REM, comparten junto a la condición de cincuentañeros, la marca de lo que significó la música para la era de la última Guerra Fría. Fue el momento en que la música impresa tuvo capital significado en igual medida para la industria, los músicos, y el público. Para la industria, representó ganancias billonarias gracias al soporte de audio que fue del LP al Cd, y sus aliadas la radio y la tv, que convirtieron a Michael Jackson o Springsteen en íconos culturales ubicuos  a principios de los ochentas (la hegemonía del Lp y de su posterior decadencia como soporte hacen que las cifras de venta de un disco como 'Thriller' sean hoy impensables), y para el público, la música fue la reafirmación de valores indentificados con la expansión espiritual y expresiva post Beatles. Y los Cure, como Talking Heads, Prince, o U2, son hijos de esa generación: la que esperaba meses que un disco llegara a las disquerías de sus pequeños pueblos, o poder ver a Bowie, o Deep Purple en el estadio de su ciudad. Y fue esa vocación lo que hoy los sustenta, y que hace que pibes que no habían nacido cuando yo escuchaba The Cure, hayan ido con sus padres o tíos a ver la banda de Robert Smith.

Un valor agregado era la presencia de Reeves Gabrels, el guitarrista de Tin Machine, y después de Bowie, que estuvo a cargo de llenar el hueco que dejó 'Gran Cuñado' Porl Thompson, un reemplazante de lujo que cumplió con ajustada y sobria ejecución los solos y arreglos de Bob y sus amigos. Simon Gallup, fundamental en el bajo, se movió con su Firebird por las canciones que todos conocemos, hasta un vaso de cerveza que tenía sobre un parlante. La lista empezó con 'Plainsong', con su clima de ensoñación, y downtempo hechizado; le siguió 'Pictures Of You', y el hechizo fue casi total, para ser éxtasis en 'Lullaby'. 'Disintegration' fue retomado con 'Love Song' y el tema homónimo sonó una hora después, después de 'A Hundred Years', pero no faltaron cosas más viejas como 'Play For Today', 'A Forest', y 'Charlotte Sometimes'. Me hubiera gustado escuchar 'The Drowning Man', 'A Night Like This' (¿saxofonista invitado?) o algún lado B como 'Happy The Man', pero no se puede complacer a todo el mundo. En fin: fue una noche perfecta, y nos fuimos a la pizzería 'Los Hijos de Puta' a celebrar con amigos.

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