El Barón Maldoror, después de siglo y medio de aplicarse capa sobre capa de endometrio de virgen sobre la cara para parecer más joven, cansado de que en la radio suenen Foo Fighters, Lana Del Rey, y Pearl Jam, con los güevos macerados de Víctor Hugo Morales, Mauro Viale, Polimeni, Quino, Mafalda, Teresa Parodi, engañado por los sifones de Manaos, que siempre se rompen, decidió volver a hibernar como lo ha hecho desde 1898, siempre que no le bombardeen el refugio subterráneo (pasaron dos guerras mundiales) Cansado de sus sutiles y/o ostensiblemente colosales bromas, como falsificar fósiles en la Patagonia, o abrir un Banco de Semen donde pueden hacer plazos fijos los pajeros, volvió a añorar la inconciencia, el eterno sopor de los sentidos donde los siglos pasan entre un abrir y cerrar de ojos, y a estirar la pata hasta que aclare. Se pertrechó de discos de Rosamel Araya, Aldo Monje, Black Sabbath, Frank Zappa, clásicos y jazz; Corega Tabs; pomos de salamín, queso, y aceitunas licuados; una cánula por la que se administrara un goteo diario endovenoso de oxitocina, anticoagulantes, y glucolín; neurotransmisiones de selecta pornografía; un cadete que le jugaba su boleta de Quini 6 dos veces a la semana; sondas del mejor whisky por boca, y la inspección diaria de sus expertos doctores junto a las voluptuosas enfermeras de su equipo, evitaron de que se pudriera más de lo que conviene. Y, por supuesto, placas de Blotting, porque, como se sabe, lo que mata es la humedad.
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