La mejor relación que se puede tener con una mujer es amistad con sexo, que es una manera de confirmar que lo mejor en la vida es el desapego, y que se puede comer de algo y dejar un poco, sin llevárselo en el vergonzante paquetito de los que no quieren que nada se desperdicie. Es que la amistad entre hombres y mujeres es como un plazo fijo: uno deposita (confianza), con el tiempo se van creando intereses, y cuando hay urgencia, se retira lo acumulado. Y si la amiga está buena, mejor. Pero cuando uno no es agraciado, tiene amigas de la misma condición, y cuando el hambre -o la casualidad- apremiaron, y después de que pasara lo que tenía que pasar, y uno comió lo que tenía para comer, una chica poco agraciada es como una pizza fría, o mojada por el goteo de agua de estar adentro de la heladera: uno no la quiere ver más, pero da lástima tirarla. Ya cumplió su propósito: sacarnos el hambre. Pero si además, esa mina flasheó con uno, es aún peor: uno la va a tener que seguir viendo, y soportar lo enrarecido del trato hacia alguien que no nos importa, pero con quien uno se siente endeudado, o al menos medianamente agradecido. Y ahí están: contactos de Facebook que uno no quiere eliminar, risitas en la casilla de chat, el trato entre pegajoso y empalagoso, la dinámica desproporcionada de los vasos comunicantes en los que uno de los recipientes es eso, UNA FUERZA ABSORBENTE, DEMANDANTE, que gravita como una zona de baja presión atmosférica, un centro ciclónico que RECIBE nuestro aire, 'y me estás asfixiando, salí', la acreedora de una deuda que nunca fue tal PORQUE YO NO TE DEBO NADA, un polvo es un polvo, y no se le niega a nadie, no significa nada, son caramelos de vuelto, y... '¡Juira, Bicho!'
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