Thursday, May 30, 2013

Cumplimos Un Septenio!


Los aniversarios me deprimen por dos cosas: porque me recuerdan el paso del tiempo, y porque soy siempre yo el memorioso, el que recuerda, mientras los otros viven. Como dijo Sartre, 'Vivre ou raconter'. Y es así, se vive o se cuenta. Los que se apropian de las circunstancias, las dominan y las ponen a su favor no llevan cuenta de los años, ni de las fechas. Su propósito es seguir las reglas, adapatarse, y competir en un juego inventado por otros. Son voluntariosos, agradecidos de la vida y aceptan sus términos, y por poco felices que se les presenten, saben sonreír, esforzarse, y sufrir por lo que vale la pena sufrir. No se amargan por especulaciones, contrafácticos, oportunidades perdidas, ni vacilan entre infinitas opciones. Su dirección es siempre ir hacia adelante. Los demás, los que nos debatimos entre las endebles condiciones que lo material nos pone como dificultad, sea tiempo escaso, espacio insondable entre lo que queremos y el lugar en el que estamos, o simple indeterminación de ánimo, somos proclives a la derrota automática, al yerro constante, cuando no al desvarío voluntario. Nos autosaboteamos, somos nuestros peores enemigos, y nos convertimos en profetas de un fin que dilatamos inutilmente. En medio, escribimos. Nos entretenemos con las minucias pretendidamente artísticas, pasatiempos de presos poco convictos. Porque a nosotros, los memoriosos, nos toca contar. Perseguimos fantasmas, y creemos, porque de otra manera no se puede vivir. Y como dijo Bob Esponja, 'La Historia me absorberá'

Cuestión de Pe$o

La saga cíclica e interminable de nuestro devaluado pe$o me recuerda una de las cualidades del signo lingüístico: su arbitrariedad. El billete, o la moneda, no tienen en sí el valor que representan, como una palabra no es la cosa que designa, o como el significado no está relacionado con el significante. Sin embargo, encontré que el billete de cinco pesos del diablito, el que uso para encabezar el diseño del blog, se vende a 70 mangos en mercado libre, con lo que podríamos pensar que es todo cuestión de tiempo, las cosas adquieren un valor histórico, y la moneda de dos pesos valdrá 50 en 30 años, o que vendiendo el billete de Evita, que parece de lotería, te vas a comprar las Nike de 2043. Otra idea es la del contenido, y el continente, ya que nos pusimos metonímicos. ¿Una alcancía chanchito es igual ala cantidad de monedas que contiene?¿Jorgito Porcel vale lo que pesa?¿Tu alcancía, mami, se merece esta chota?

Thursday, May 02, 2013

1+1



Siempre desprecié la condición gregaria humana, la capacidad de conjurar intereses comunes como si fuera una necesidad inevitable, cuando sabemos que todo tiende a que nos quedemos solos, que la hostilidad es la más natural de las reacciones, y que el individualismo, hoy, paradójicamente, es lo único que nos uniforma. Allí donde hubiera más de dos, habría dos pares de ojos con sendos cerebros detrás, combinación lo suficientemente subversiva como para emitir juicio sobre lo que uno representa, hace o dice.Yo fui siempre el uno-contra-el-resto. El que cuestionaba las reglas en el comportamiento, las maneras, y los propósitos de todo. Cooperativas, deportes, grupos de estudio, religiosos, siempre me tuvieron, cuando no ajeno, como el catalítico del desacuerdo, la nota discordante. Lo único que me asemejaba a los demás eran las más básicas necesidades (comida, vestimenta, medicamentos) algunas de las cuales, eran satisfechas por mis padres. Las que no se podían satisfacer eran las más inconfesables, y las que nunca pude llenar a partir del prójimo. Y por lo tanto, por ser un lastre para la sociedad, le encontré el gustito a mi existencia parasitaria, la del individuo que chantajea al resto con su propia condición humana, merecedora de piedad y sustento. Si el colectivismo tuviera algún sentido, habría más fosas comunes.