Wednesday, February 24, 2010

Prestáme ese Lienzo

Ultima Cena - Da Vinci
Nighthawks - Edward Hopper
American Gothic - Grant Wood
Muerte de Marat - Jacques-Louis David
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Alguna vez Alejandro Dolina escribió sobre 'El Club de los Falsificadores', y planteaba la duda sobre un posible cataclismo que destruyera el mundo y sus museos poniendo a un mismo nivel a La Gioconda y a la reproducción del mismo cuadro en la lata de un famoso dulce de batata. Los arqueólogos se habrían preguntado cuál era el original, y cual la copia, poniendo en evidencia que el valor de una obra de arte depende en gran medida de la convención o del consenso histórico, en el cual intervienen la crítica y la acumulación de escritos acerca de la obra, y las capas de apreciación que la rodean, como si se tratara de un vestigio o un fósil. Sin embargo, sostengo que cuantas más versiones se hagan de una obra, más valor tienen.

Monday, February 22, 2010

Abel Posse

La Argentina piensa mal. En muchos campos, vamos contra la experiencia y el buen sentido. Es el país que llega a la indefensión nacional para castigar a un ejército por hechos de hace cuatro décadas. Entró, se filtró, o lograron infectar con un virus ideológico la garantía elemental de seguridad. Impusieron la visión trotskoleninista de demoler las instituciones militares y la policía, como vengándose de los años setenta, cuando una minoría se alzó contra el Estado para imponer una revolución socialguevarista, ajena y aislada ante la inmensa mayoría, empezando por el mismo Perón, los sindicatos y los partidos tradicionales. Sin embargo, con persistencia gramsciana, los guerrilleros que rodean a los K, aunque ya estaban generosamente indemnizados por sus derrotas de los 70, lograron afirmar la tarea de demoler a las Fuerzas Armadas, lograr que los policías se sientan más amenazados e inhibidos en la tarea represiva que los delincuentes en su agresión y que la Justicia se ausente en este momento de crisis, sin reaccionar con urgencia ante la criminalidad reincidente y concediendo excarcelaciones a una gran cantidad de menores, incluso en casos de asesinato o uso de armas. Algunos miembros de la Corte deben creer que son niños equivocados y con animus iocandi. El Poder Judicial parece refugiado y silencioso, pese a la tormenta con la que la mala política del Poder Ejecutivo arrasa con los principios básicos del derecho.En estos años, el olvido constitucional nos lleva a la anarquía. El Estado es un instrumento para conservar el poder K. La sociedad tiene la sensación de habitar un país invivible, con una corrupción que nos ubica más bien por debajo de los cien países más corruptos del planeta. Los K nos llevaron tan lejos que ya nadie quiere hablar con claridad y coraje del camino de retorno indispensable que la Argentina tendrá que transitar, tarde o temprano. Muchos "garantistas" pagaron su lujo humanista con los cadáveres humanísimos de ciudadanos honestos acribillados delante mismo de sus hijos o padres, mujeres violadas y decenas de policías que mueren sin afecto oficial ni el respeto debido a su profesión imprescindible y peligrosa.Es curioso que, en la desnaturalización idiomática que viven los argentinos, los mismos dirigentes de la oposición hablen a media lengua y se fuguen hacia la prevención educativa, la recuperación del joven delincuente y la inclusión social. Son escamoteadores del tema, que se refugian en la indispensable acción recuperatoria, rehuyendo la batalla central. Mientras ellos quedan bien con la sociología indiscutible y omiten hablar de armas y medios de acción inmediato, todos los días nos revuelve y convulsiona la noticia del comerciante, padre, estudiante, baleado a mansalva por el asesino-joven (no el niño-asesino, porque cuando se asesina disparando sobre alguien indefenso, a los 14 o 16 años, no hay niño que valga, la entidad "asesino" prevalece sobre la edad biológica). Hoy el vandalismo, el piqueterismo politizado y la protesta de tantos desamparados se derraman por las calles con su perfil agresivo. El oficialismo culpable y la mayoría de susurrantes opositores no estuvieron a la altura de la batalla que exige el orden público en un país crispado y conflictivo, donde nunca existió una cultura de respeto ciudadano.
Es el país que llega a la indefensión nacional para castigar a un ejército por hechos de hace cuatro décadas. Es el país que indemniza subrepticiamente a quienes participaron de un alzamiento contra el orden democrático. El mismo partido que ordenó aniquilar ese alzamiento siguiendo el pensamiento de defensa del Estado del propio Perón es el que ordenó indemnizar y exculpar a los subversivos. Muchos argentinos, sobre todo, jóvenes que no vivieron los hechos, recibieron una versión torcida. Por ese camino empiezan a creer que el orden es umbral de fascismo y la anarquía, saludable expresión de libertad. No imaginan que democracia implica un riguroso orden. Sin orden como primer valor, la democracia naufraga inexorablemente. Sea democracia socialista u organización liberal de la comunidad. Hace tiempo que la Argentina se arriesga a vivir más cerca del surrealismo que de la realidad. ¿Será una diversión gratuita o se pagará muy caro, en la medida en que el sector más humilde es el más golpeado por el irrealismo sentimental de los asesinos derrotados? ¿Qué hacer? ¿Qué cantidad de poder tendrá que tener el futuro gobierno democrático después de la demolición institucional de los K y la anarquización, desjerarquización e indisciplina que van de la misma familia al colegio, a la universidad, y que cubre tantos aspectos de la vida comunitaria?

(del número de La Nación del 10 de diciembre de 2009)

Saturday, February 20, 2010

Cool Hunter


Con una prosa perversa y neurótica, profusa en detalles y saltos de adrenalina, Hunter Thompson se convirtió en el cronista de los años más agitados de la década del sesenta y setenta. Demasiado viejo para ser hippie, se plegó sin embargo a la ética itinerante y situacionista de la contracultura, como lo hicieron Burroughs o Ginsberg. Su voz es tan distintiva como lo fueron las de Capote, Norman Mailer, o Tom Wolffe. Pero mientras que Capote y Mailer se contentaban en ficcionar o novelar la crónica periodística como lo hicieron en 'A Sangre Fría', o 'La Canción del Verdugo', siempre en tercera persona, Thompson subjetivizaba en primera persona lo vivido por su atormentado cerebro y sus sentidos. El estuvo ahí, aspirando cocaína, o gas lacrimógeno, recibiendo golpes de los Angeles del Infierno, o de la policía; no lo leyó de los diarios, como lo atestiguan sus viajes junto a los Hell Angels, su persecución a candidatos presidenciales, o la cobertura de la convención demócrata en Chicago en 1968. Admirador del estilo de vida nómade, del continuo movimiento, de las armas y las drogas, es un escitor de las fronteras, como lo fue Jack London; pero sus fronteras son más mentales y fisiológicas que geográficas. Quería ver cuánto más allá se podía llegar, saltando siempre sobre la propia resistencia. Y así se paga con la cordura, o con la vida.