Saturday, December 31, 2011

Viejo reloj de Cobre



Fue cuando purrete
mirando televisión
a la hora de comer
que me llamó mi mamita 
para recibir la visita
de un señor uniformado
que después supe era un soldado
que con mi tata había luchado
en la selva de Saigón.
Este extraño me traía
como obsequio un reloj
que mi papi había guardado
donde no le daba el sol
y fue por este señor
que supe era este
mismo reloj el que pasó
de mi abuelo a mi padre
como trofeo por su valor
porque si bien no es de hombre
guardar cosas en el ojete
es peor dejar en el retrete
lo que a tu hijo le corresponde.

Wednesday, December 21, 2011

Un Pibe con la Remera de Black Sabbath


Hoy empieza el verano, y a esta hora nadie viene al súper. Soy uno de los 'tempraneros', una legión de jubilados, o desocupados, o amas de casa vagas que aprovechan las horas en que todavía está fresco para comprar. Me paseo sin prisa por las sección rotisería. Las bateas muestran alimentos precocidos y envueltos con papel film. Pareciera que nadie cocina en el paquetérrimo barrio de Guadalupe. Tampoco la temperatura deja o sugiere que uno encianda una hornalla. unas lentejas hervidas, frías con vinagre te salvan cualquier lunes en que la temperatura arrima los cuarenta grados. Un poco de queso, y varias Stella Artois. Llego a tomarme hasta cuatro. La primera de la mañana me saca el calor cuando vuelvo del súper. 'No es poesía ver la carne transpirar'. Uno se siente un chancho al spiedo. Y a propósito de esto: sólo se ve carne de chancho en las carnicerías. Dan ganas de gritar, '¡No como cerdo, soy judío!'


 No vale la pena transpirar. Hasta el menor gesto de hostilidad me delataría en mi incomodidad. La máscara de hombre inofensivo se rasgaría en una reveladora grieta. La cajera no me presta atención pero yo ya tengo el billete de cien para pagarle. Ella habla con su compañera  de la caja de al lado y por cinco segundos quedo en suspenso, no existo para ninguna de las dos, un ser anónimo, a diferencia de ellas, que llevan el nombre en una cucarda plastificada sobre el pecho. Pero si uno las saludara por el nombre, lo mirarían a uno como a un pelotudo. Otra de las amables convenciones no escritas pero ostensibles de este mundo moderno: la falaz gratuidad del intercambio de bienes y servicios que ofrece con una cara amable una también falaz y amistosa comunicación en términos de familiaridad, una transacción en términos comerciales que pretende ser afectiva, personal. y en la que un pelotudo con dinero para gastar puede sentir el privilegio de llamar a una cajera por su nombre ( incluso el ticket tiene impreso el nombre de la operadora, por cuestiones de reclamos, seguro) cuando yo para ella ni siquiera soy un hombre, sino tan sólo un CLIENTE. Esta es la misma 'Lorena' a la que le quedé debiendo  25 centavos. Qué lindas manos tiene. '¿Querés saber si soy un hombre todavía? Agarráme la entrepierna, sentí mis huevos, mami, amasáme la chota'. La cajera vuelve la atención hacia mí, y me pregunta: '¿Trajiste bolsita'

Saturday, December 17, 2011

Grandes Valores del Tongo



Numerosas conjeturas pueden trazarse sobre el origen del poeta tanguero Américo Prepucio. Ninguna certeza es suficiente, y cualquier duda es lo suficientemente firme como para afirmar que sus rastros lo sitúan en Añatuya, Santiago del Estero,o en el puerto de Buenos Aires, en Hotel de Inmigrantes; desde ser el primo no reconocido de Homero Manzi, hasta un posible napolitano que descendió solo con un traje de segunda mano en la escalinata del vapor 'Il Fumetto', en 1939. Los pocos documentos de la época lo atestiguan como un violinista ejemplar, que ejecutaba obras de Paganini a cambio de monedas, y que después de trabajar en una curtiembre, se alojó en el barrio de Balvanera, donde trabó amistad con Mastriángleo del Piero, el director de una orquesta, que en realidad eran tres guitarras, y donde Américo pretendía entrar como violinista. Consiguió trabajo en un frigorífico del barrio de Liniers, lugar que inspiró sus 'Milongas Cárnicas', y después de contraer sífilis, y curarse con un pomo de mercurio y contraer saturnismo, dicen los testimonios de la época, se volvió loco. Enseguida descolló como instrumentista, y al electrificar su instrumento con un prototipo de micrófono y amplificador, se adelantó 70 años al 'electro-tango', el género que le permitió a santaolalla y su raza de palermogólicos publicitar sus emprendimientos ecológicos, y gastronómicos. Pero sigamos con Américo, y su carácter excéntrico, y sus pretensiones wagnerianas por un espectáculo integral, que enseguida lo convirtieron en una figura difícil de tratar y de conformar en su ansia de artista revolucionario. Se dice de él que intentó todo tipo de empresas infructuosas, como en el ámbito culianario, donde intentó imponer el arroz a la estaca, o los fideos al spiedo, o hasta una botella de vino que dejaba verter dos chorros, y que tentativamente iba etiquetada como 'Vinos Vieja Próstata'. También quiso innovar en el terreno teatral, con una obra que se puede considerar, a partir de sus escritos y gráficos, un antecedente del teatro acrobacia: una puesta en escena con actrices embarazadas colgadas de tientos de cuero, y que en el momento cúlmine, parían dejando caer el fruto de sus vientres sobre el público, y que se titulaba 'Fuerza, Puta'. Poco se sabe también de su muerte, pero se sabe que viajó al Uruguay y allí su sífilis lo dejó sin nariz, por lo que decidió adoptar una máscara de cuero, con la que se lopuede ver en la fotografía. Su vocación de innovador y adelantado en las lides vanguardistas lo colocan ala altura de figuras como Boris Vian, o Tristán Tzara.

Monday, December 12, 2011

Esas dos avalanchas de carne

Las tetas deberían ser declaradas patrimonio cultural de la humanidad. Como la música de los Wawancó, o el Taj Mahal. Desde que nacemos, son nuestro primer alimento, y a lo largo de nuestras vidas sirven para todo tipo de deleites, y crean obsesiones rayanas con la locura. Un par de tetas, o un par de breteles bien tensados, tiran abajo un gobierno, perturban la jura de una legisladora, vuelven baboso hasta al más pintado, y ponen dura cualquier pija. Y seguro tiran más que una yunta de bueyes. Me compadezco de los tipos que tienen minas chatitas, o flacas. Por el contrario, los hombres que llevan por compañía una señorita bien dotada son afortunados, acreedores de la única abundancia que no provoca hartazgo: la de las tetas generosas. Cada vez que salgo a caminar por la costanera, hago del fisgoneo tetómano mi hobby principal. Uno las intuye a cien metros, caminando displicente, y cuando están lo suficientemente cerca, las devora con la mirada, que dice todo, la mirada, que por silenciosa no es menos elocuente: 'hacéme una turca, negra'

Friday, December 02, 2011

Imperio de Las Luces



Si Dios fuese un calesitero me diría: 'pibe, ya diste 36 vueltas al sol, y me debés el boleto' Sigo, digo, en mi exilio, chantajeando mi condición humana, como el ladrón y el mismo mentiroso que soy, permitiéndome una vuelta más, un farsante a los ojos de todos, un recolector de furtivas miradas femeninas, eterno acreedor del amor que no me merezco, poseído por una rancia lujuria a la que me he acostumbrado, y que mantengo a raya, autoflagelándome en mi dipsomanía, mi onanismo crónico, mi baño de esceptiscismo diario. Verano en Santa Fe, y  el índice de bochorno casi llega a 'diarrea estival', o 'calor de mierda'. So much depends on the weather. Seguir viviendo es permitirse la decrepitud, la obsolescencia, el envilecimiento, el optimismo, en una manifiesta autoindulgencia, que con el tiempo se hace subrepticia, cómoda, consuetudinaria, taimada en su persistencia. Uso  mi máscara de ciudadano no violento, de manso espectador. Pero mi reputación me persigue. Mi pedigree de gusano, a prueba de desaprobación social me precede y me sigue, como el rastro plateado de una babosa. La mirada extrañada de alguna vecina me hace pensar que se me debe escuchar gritarle a mi abuela, que es sorda siempre, y necia todo el tiempo. Y a pesar de no hablar más que de mí, hago esfuerzos por desaparecer. 'Ama Nesciri', es la divisa que tomé prestada de Tomás De Kempis, y es lo más difícil de hacer: renunciar al apetito de reconocimiento que siempre atravesó mi existencia. Vuelco muchas cosas en papel, como hacía hace 5 años, cuando no tenía PC, y entraba a algún cíber con voluntad de deprimir al prójimo. Lo vuelvo a hacer, y siento lo mismo que sentía entonces: que el ánimo de trascendencia es un vicio dañino, una forma perniciosa de gritar bajo el agua, donde nadie nos va a escuchar.