Saturday, November 23, 2013

El Buen Morir

No hay sensación más peligrosa que la de estar vivo, y no saber para qué, no hay idea más deletérea que la de la indeterminación, el suspenso frente a la existencia desnuda y su inocente presencia, presencia ausente de propósito. Una existencia tan inconsciente de sí  misma y su desnudez, que es por esa misma ingenuidad, inanidad, liviandad, con la que se nos presenta, e incita nuestra lujuriosa curiosidad, que nos es puesta sobre los hombros como una roca. Incitante, pero desprovista de indicios que muestren por dónde entrarle; apelante, pero que nos llama a todos por igual con un nombre que no nos es propio; la vocación de vivir, que nos pone frente a la responsabilidad de llenar de sentido nuestros días, no es una tarea de hoy solamente: requiere que nos curtamos en experiencia, y que aprendamos de los errores, de otra manera, seríamos como Sísifo, el condenado a repetir el suplicio de empujar una misma piedra en un derrotero que se repetía idéntico en su absurdo y mecánico trajinar. Uno no sabe qué hacer con la libertad. Si fuese un reclutado forzoso, o un esclavo, mi vida tendría más sentido, porque no sería mía. Cumpliría con el absurdo, tranquilo de mi padecer por manos ajenas, por propósitos desconocidos. La vida en estado de paz y libertad sólo me sirvió para entregarme a la pereza, la tristeza, y la embriaguez. Vivo en una especie de limbo sin responsabilidades como un Adán cuya tarea fuese regar el Paraíso Terrenal, sin una Eva que lo tiente, sin una Serpiente que me señale un Pecado Original, por el cual, mi vida empezaría al fin. Sin transgresión, no hay pecado, y sin pecado, no hay comienzo de la historia. Una existencia chasco como la mía, sobornando al resto de la especie con mi condición de ser humano, y los derechos que supuestamente tengo, es la canallada de miles.  Si un hombre no puede aspirar a una vida digna, una buena muerte es lo más aconsejable. Una muerte heroica, con las botas puestas, o al menos demostrando hombría, altruísmo, abnegación ¿Una pelea en un bar? Un botellazo en la cabeza, artero, certero e inadvertido, propinado por piadosas manos desde atrás, el desvanecimiento, la caída de mi cara sobre el mingitorio, el olor del orín rancio de cientos de clientes. ¿Una sobredosis de cocaína? La taquicardia, el ictus isquémico, las carótidas obstruídas por un inoportuno coágulo. Afasia, insuficiencia respiratoria, el fin. Pero, lo otro, ¿qué es? ¿Llegar a la invalidez, la vergonzosa condición de la obsolescencia, otra vez chantajear a los demás para que lo dejen a uno cagarse en su cama, en sus pantalones, en sus pañales, pero en su propia casa al menos? ¿Morir rodeado de familiares, yernos, nueras, nietos que corretean alrededor de tu ataúd, impacientes por irse a jugar? Pensálo dos veces, que en realidad significan miles, de veces, al día.

Thursday, November 21, 2013

La Fama (Ovidio)

Este texto es de Las Metamorfosis (creo haberlo publicado antes), pero no deja de tener actualidad, y se hace increíblemente patente su certeza y su premonitoria admonición cuando pensamos en la internet y su global ubicuidad, su cualidad de perverso panóptico en el que todos amamos vernos reflejados, espiados, y juzgados, cuando no somos nosotros mismos los que espiamos, juzgamos, difamamos, en virtud de haber sido siempre observados, y juzgados de forma gratuita, vana e inútil.



Del orbe un lugar hay en el medio, entre las tierras y el mar
y las celestes extensiones, los confines de ese triple mundo,
desde donde lo que hay en dondequiera, aunque largos trechos diste,
se divisa, y penetra toda voz hasta sus huecos oídos.
La Fama lo posee, y su morada se eligió en su suprema ciudadela,
e innumerables entradas y mil agujeros a sus aposentos
añadió y con ningunas puertas encerró sus umbrales.
De noche y de día está abierta: toda es de bronce resonante,
toda susurra y las voces repite e itera lo que oye.
Ninguna quietud dentro y silencios por ninguna parte;
y ni aun así hay gritos, sino de poca voz murmullos
cuales los de las olas, si alguien de lejos las oye, del piélago
ser suelen, o cual el sonido que, cuando Júpiter
increpa a las negras nubes, los extremos truenos devuelven.
Sus atrios un gentío los posee. Vienen, leve vulgo, y van,
y mezclados con los verdaderos los inventados deambulan,
miles de tales rumores, y confusas palabras revuelan.
De los cuales, éstos llenan de relatos los vacíos oídos,
éstos lo narrado llevan a otro, y la medida de lo inventado
crece y a lo oído algo añade su nuevo autor.
Allí la Credulidad, allí el temerario Error
y la vana alegría está, y los consternados Temores,
y la Sedición repentina, y de dudoso autor los Susurros.
Ella misma qué cosas en el cielo y en el mar se pasen
y en la tierra ve e inquiere a todo el orbe.

Sunday, November 10, 2013

Cuentos de La Calesita Embrujada

'En un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera, delimitada por cuatro calles ignotas, se encuentra una plaza cuyo nombre no quiero recordar. En ella hay una calesita, atendida por un reverendísimo viejo hijo de puta, que aparte de pochoclero, tiene barba y mal olor. Su carrito de pochoclo dice 'Tío Pupi', pero yo sé que es un servidor de Satán, el adversario, Dios nos guarde. Tío Pupi es un gran contador de cuentos, los cuales desgrana en invierno como en verano a los ojos y oídos de los expectantes purretes, que en su inocencia lo escuchan, azorados por la sapiencia del anciano, inspirada por el maligno, que de estas artes es sempiterno orador. Una de esas historias es la que Duraznito, vuestro itinerante muñeco y servidor, les contará a continuación...
                                   
                                   
                                 


Dicen las malas lenguas, (pero Alá sí que sabe chupar conchas)
que en la California de los primeros setentas, había un estudio de
grabación, al que los ingleses Led Zeppelin acudieron, en afán
de conquistar el Oeste, para grabar el disco 'Houses Of The Holy',
en el año '72. Allí llegaron, con un montón de groupies, drogas y excitación,
en un clima jovial a combinar sexo, borracheras e inspiración. Y en ese
clima festivo, entre Jack Daniels, cocaína, y chicas, que tanto ayudan a la creación, había alguien que no festejaba: una figura oscura, de overall, rostro perlado en transpiración, que no llevaba guitarra, ni pantalones de filigrana ni festón. Era el hombre de la limpieza, un negro afroamericano que se comía el verdugueo de los músicos de sesión. 'Vení, negro', le decía Robert Plant, 'lustrame el sable, que se me cayó el pantalón'. O 'dale negro, barréme la sala, que mañana hay grabación'. Este hombre, ya cansado de tanta humillación,
un día se retobó y, con un dedo al aire, les lanzó una maldición:

''Ya van a ver, cuando mi hijo sea grande, y aprenda a tocar la guitarra, les va a afanar los yeites, como Uds los blancos hicieron con los de nuestra condición, y no podrán acusarlo ni de plagio, ni traición, porque 100 años de gracia tiene el que le roba a un ladrón'.

Nadie nunca supo el nombre de este hombre, entre tanta confusión, pero Jimi Page tuvo en un momento de esclarecimiento justo al paso de los años, cuando supo en un segundo, mirando televisión, que aquel moreno señor, se apellidaba Kravitz como su vástago Lenny, cuando escuchólo cantando una canción''                               ROCK 'N ROLL IS DEAD