Wednesday, July 22, 2015

1994



Todo era bastante más simple cuando tenía 19 años. Se podría llamar ‘síndrome del paraíso perdido’,  o los espectros de la guerra fría persiguiéndome,  pero cuando se es joven, hasta el infierno ofrece algo de sombra. Supongo que los que hoy no te dejan entrar en su Instagram porque no tenés un teléfono inteligente, o a su grupo de WhatsApp por la misma razón, cuando tengan cuarenta serán empleados de algún robot, y soñarán con acostarse al sol en alguna playa o plaza cuando salgan del trabajo, donde estarán encerrados como pollos en un criadero. El peronismo va a seguir, seguro:  como en ‘1984’ (la novela) o como en 1950 (el año) estaremos espiados por ‘manzaneros’, alcahuetes del partido,  y cada vez que los crucemos, tendremos que ponernos la manito en el pecho, como CFK cuando canta el himno. En la música, tendremos opciones como el ‘pop esquimal’, ‘la ranchera hindú’, o el ‘chamamé japonés’, un síntoma que ya se puede apreciar es este mestizaje de formas que no tienen casi contenido, porque lo fuerte de una identidad viene con lo inequívoco de una idiosincrasia, el haber hablado un solo idioma, haber conocido sólo a pares,  nacidos y criados en un solo lugar. Todo esto se perdió. Da lo mismo tributo senegalés a los Beatles, que tango tocado por hámsters.  Como en la película ‘Logan’s Run’, tendremos relojes que indicarán nuestra caducidad, detectores de obsolescencia basados en nuestro genoma, que nos indicarán cuánto tiempo  o energía nos queda como la pilita de los celulares.

En 1994 un alfajor Fantoche salía 50 centavos. Un boleto de colectivo, 45. La ropa de las chicas era bastante anodina (los noventas no habían entrado completamente, y se veía mucha prenda holgada, jardineritos, algodón, y colores pastel) Teníamos erecciones cada 15 minutos, incluso se nos paraba caminando por la calle, detrás de algún culo de mujer que se movía debajo de un jean. Las arterias nos bancaba tomar vino berreta, que salía $1,50, pero proporcionaba alucine para toda una siesta bajo el sol de invierno. 21 años atrás, no nos importaba estar solos:  la idea de la soledad nos parecía  romántica, y hasta la locura era inspiradora. Escuchábamos a los Doors, Peter Gabriel, los Beatles. Dejarnos crecer el pelo gracias a Kurt Cobain, que se acababa de suicidar, parecía un obligado homenaje. Argentina entró  al mundial en USA, pero salió saboteado por la efedrina. En una de mis largas caminatas por la costanera, encontré un gatito, lo llevé a lo de mi abuela, pero murió a los pocos días. Not a care in the world, como ahora, pero ahora sabemos que está mal. Que el paraíso en la tierra es el infierno, que no se puede vivir de hippie toda la vida, aunque algunos lo logren gracias a la política. La falsa idea de la gratuidad, del ‘vivamos con lo nuestro’, está dejando tres generaciones que se van a encontrar en las filas de los hospitales públicos, transportes, cárceles, o escuelas,  para votar,  cumplir condenas, viajar, o ser atendidos por heridas de bala, o embarazos no deseados.  Todo basado en la idea de la lucha de clases, de repartir mejor, eliminando el sistema de méritos y castigos. En las escuelas van a aprender a cagarse a tiros. En los hospitales, a verduguear a los médicos; en los transportes,  a todo el pasaje. Parece que en los cementerios se va a poder vivir mejor. Espero que todo quede registrado por algún celular.

Wednesday, July 08, 2015

Residents - OurTiredOurPoorOurHuddledMasses (1997)



Dos pintores de la antigüedad, Zeuxis de Heraclea, y Parrasio de Efeso, después de saberse rivales en su arte, decidieron competir para ver quién era el mejor. Los dos debían pintar un cuadro, a lo que Zeuxis aportó un lienzo donde se veía un racimo de uvas. Tan realista y patente era su trabajo, que los pájaros bajaban a picotear la tela, sin advertir que era un simple bodegón. Cuando Parrasio mostró su trabajo, Zeuxis se acercó a descubrir el velo que cubría el cuadro, para darse cuenta que el manto sobre la tela era el cuadro mismo. De esta historia se puede deducir una primera idea, y es la de que el arte es siempre engaño, artificio, o mímesis, imitación de la realidad. Pero si vemos el velo como la manera de indicarnos que hay algo más allá de lo evidente, descubrimos que el arte de los últimos 150 años es un engaño que se acepta a sabiendas, como un tren fantasma en el que entramos con morbo prostibulario, dispuestos al terror fingido, que se relaja en carcajadas autoindulgentes, o a la excitación furtiva de pacotilla, que se vacía en un preservativo y se tira. Y es que desde Warhol hacia aquí, ya no existen ojos desnudos o inocentes, como los de los pájaros que comían las uvas pintadas. Para acceder a una obra de arte hace falta erudición y actitud, postura de ‘yo voy a ver arte’, que es la misma actitud de ir al ginecólogo, o pagar en lo del contador. Uno ‘se prepara para’, porque el arte está confinado a tal fin, un lugar donde puede ser visto. Ya no se trata de un vitral en una catedral. Ahora es un bien de consumo, con peso neto, precio, y aditivos. La obra de arte, un bien espiritual, se volvió mercancía, y al revés, que es lo peor.
Los Residents tienen todo esto, y lo explotan. Muestran las convenciones de una banda de rock (son cuatro, tocan instrumentos eléctricos, cantan y tocan sus canciones) pero todo llega hasta allí: desde 1976 son una banda cuyos miembros aparecen tocando disfrazados con sus rostros ocultos. Hacen incógnito, o reniegan de lo que hace subyugantes a las estrellas del mass-media, lo distintivo de las celebrities: lo único de sus rasgos, lo inimitable de sus identidades. En un mundo en el que los artistas son marcas, y en el que se exalta la validez de fábrica como garantía de autenticidad, y cuando en realidad todos los productos pop se parecen, al ser sólo una máscara intercambiable, podrían ser ignotos choferes de colectivo, verduleros, o legisladores en una doble vida. Se apropian de identidades ajenas (Hank Williams, Ray Charles, James Brown, Beatles, Stones, Dylan) nunca a manera de homenaje, siempre en clave paródica desde lo gráfico, deformando una portada, como la de ‘With The Beatles’, imitándolos, versionándolos, o sampleándolos descaradamente, como al ‘Billy Jean’ de Michael Jackson. Es, a simple vista, el arte como rapiña; a simple vista, pero también lo es como oprobio, a la manera de Frank Zappa, pervirtiendo un inocente clásico del bubble- gum como ‘Teddy Bear’, aportándole un toque pedófilo inconfundible. O de iconoclasia pura, como lo hacen con el ‘Satisfaction’ de los Stones. Se trata siempre de pervertir el sentido, y volverlo extraño al oyente que ya conoce la obra versionada. Es ofrecer uvas podridas a los pájaros. Sin embargo, es el desencanto con la industria y el negocio de la música, -los verdaderos ‘descarados’- lo que los hace escribir versos como ‘Maybe if I put a bullet in my brain, They'll remember me like Kurt Cobain. And the parasites on MTV, would wipe their eyes and act like they knew me’
En este cd doble que les ofrezco en dos links, rippeados como WMA, hay simples con sus dos lados, eps, algunos temas del ‘Commercial Album’ (un disco que consiste en temas de un minuto), y ‘concentrados’ de ciertos discos, donde en tracks de más de 9 minutos, se pasa revista a LPs enteros. 


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