Wednesday, March 04, 2015

Oniropedia

A los cuarenta se pagan la desidia y la procastinación de las dos décadas anteriores; los años perdidos en raptos de ansiedad desarticulada, los espasmos de voluntad desperdiciada en proyectos improbables; los amores no correspondidos, y su inevitable secuela de aislamiento; la embriaguez y su retahíla de mantras nihilistas recitados vaso tras vaso. Se puede sentir en el cuarto húmedo de la casa paterna  que nos es legado como morada y eterno espacio de reflexión en el que como en un purgatorio, todos los libros de las bibliotecas que nos hemos resistido a leer nos perseguirán desde sus inmutables lomos, en una invitación que puede esperar un década más, una borrachera más, un domingo más.


Llegará un momento en nuestras vidas en que todo será pasado, y el presente se nos revelará como un montón de datos fastidiosos, o vacíos de estímulos. Nuestra cara en el espejo, las bocinas en la calle, perros ladrando en la vecindad, los goles de partidos que no nos interesan, todo será el alimento que rumiaremos como vacas durante años sin amor, y sin comunicación. Nuestra amargura y nuestro cinismo, sumados a la resignación, serán manifiestos en nuestro trato diario, cuando no en la prisión del mero aislamiento. Amigos de otras época recordarán lo cándido de nuestro aire de antaño, el talante festivo que nos supo ganar simpatías. Era el pseudópodo invisible con el que uno intentaba invadir almas, y cuerpos. Hoy uno ya no se dispensa en artificios de semejante naturaleza. De todas maneras siempre fue el  mismo afán egoísta de la satisfacción, la jugarreta de la testosterona, tensando los músculos, en busca de un escape a través del sexo. Aprendimos que sólo  hacía brotar risas, y nada más. Pero se termina como se terminan las botellas y los fines de semana. Que el tiempo traiga lo que venga. Muchos no tuvieron ni eso.