
Dos pintores de la antigüedad, Zeuxis de Heraclea, y
Parrasio de Efeso, después de saberse rivales en su arte, decidieron competir
para ver quién era el mejor. Los dos debían pintar un cuadro, a lo que Zeuxis
aportó un lienzo donde se veía un racimo de uvas. Tan realista y patente era su
trabajo, que los pájaros bajaban a picotear la tela, sin advertir que era un
simple bodegón. Cuando Parrasio mostró su trabajo, Zeuxis se acercó a descubrir
el velo que cubría el cuadro, para darse cuenta que el manto sobre la tela era
el cuadro mismo. De esta historia se puede deducir una primera idea, y es la de
que el arte es siempre engaño, artificio, o mímesis, imitación de la realidad.
Pero si vemos el velo como la manera de indicarnos que hay algo más allá de lo
evidente, descubrimos que el arte de los últimos 150 años es un engaño que se
acepta a sabiendas, como un tren fantasma en el que entramos con morbo
prostibulario, dispuestos al terror fingido, que se relaja en carcajadas
autoindulgentes, o a la excitación furtiva de pacotilla, que se vacía en un
preservativo y se tira. Y es que desde Warhol hacia aquí, ya no existen ojos
desnudos o inocentes, como los de los pájaros que comían las uvas pintadas.
Para acceder a una obra de arte hace falta erudición y actitud, postura de ‘yo
voy a ver arte’, que es la misma actitud de ir al ginecólogo, o pagar en lo del
contador. Uno ‘se prepara para’, porque el arte está confinado a tal fin, un
lugar donde puede ser visto. Ya no se trata de un vitral en una catedral. Ahora
es un bien de consumo, con peso neto, precio, y aditivos. La obra de arte, un
bien espiritual, se volvió mercancía, y al revés, que es lo peor.
Los Residents tienen todo esto, y lo explotan. Muestran las
convenciones de una banda de rock (son cuatro, tocan instrumentos eléctricos,
cantan y tocan sus canciones) pero todo llega hasta allí: desde 1976 son una
banda cuyos miembros aparecen tocando disfrazados con sus rostros ocultos.
Hacen incógnito, o reniegan de lo que hace subyugantes a las estrellas del
mass-media, lo distintivo de las celebrities: lo único de sus rasgos, lo
inimitable de sus identidades. En un mundo en el que los artistas son marcas, y
en el que se exalta la validez de fábrica como garantía de autenticidad, y
cuando en realidad todos los productos pop se parecen, al ser sólo una máscara
intercambiable, podrían ser ignotos choferes de colectivo, verduleros, o
legisladores en una doble vida. Se apropian de identidades ajenas (Hank
Williams, Ray Charles, James Brown, Beatles, Stones, Dylan) nunca a manera de
homenaje, siempre en clave paródica desde lo gráfico, deformando una portada,
como la de ‘With The Beatles’, imitándolos, versionándolos, o sampleándolos
descaradamente, como al ‘Billy Jean’ de Michael Jackson. Es, a simple vista, el
arte como rapiña; a simple vista, pero también lo es como oprobio, a la manera
de Frank Zappa, pervirtiendo un inocente clásico del bubble- gum como ‘Teddy
Bear’, aportándole un toque pedófilo inconfundible. O de iconoclasia pura, como
lo hacen con el ‘Satisfaction’ de los Stones. Se trata siempre de pervertir el
sentido, y volverlo extraño al oyente que ya conoce la obra versionada. Es
ofrecer uvas podridas a los pájaros. Sin embargo, es el desencanto con la
industria y el negocio de la música, -los verdaderos ‘descarados’- lo que los
hace escribir versos como ‘Maybe if I put a bullet in my brain, They'll
remember me like Kurt Cobain. And
the parasites on MTV, would wipe their eyes and act like they knew me’
En este cd doble que les ofrezco en dos links, rippeados
como WMA, hay simples con sus dos lados, eps, algunos temas del ‘Commercial
Album’ (un disco que consiste en temas de un minuto), y ‘concentrados’ de
ciertos discos, donde en tracks de más de 9 minutos, se pasa revista a LPs
enteros.
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