Monday, December 01, 2008

Una Orgia en la Pelopincho

Las petisas eran como dos mesitas de luz. Dos extremos de una misma cama de sabanas interminables y laberinticas donde uno se perdia para encontrarse entre dos partes que se complementaban como dos ingredientes sinergicos en un mismo plato delicioso, y lo mismo de solícitas.Un frente de batalla que te quitaba miembros y energia, pero te dejaba mas entero que nunca. No tenian una Biblia adentro, pero seguro te enseñaban a adorarlas como a una religion, de rodillas y dispuesto a comulgar a cualquier hora. Digo que se complementaban en todo, empezando por lo fisico y la actitud: una era rubia y displicente, la otra morocha y atenta. Uno debia dispensar atencion en Alicia, la que Paula prodigaba en besos, suspiros y combustion fisica. Pero a ninguna de las dos le costaba arder: cuando una se encendia, la otra se prendia por proximidad y empatia. Sus cuerpos tambien eran como un todo en partes, como los vasos de un reloj de arena que se llenaban por vez. Cuando un lado se vaciaba, el otro estaba pleno: los breves senos de Paula, que apenas se insinuaban en su escueta bikini, eran la abundante delicia en Alicia, en exhuberantes cascadas de pezones conspicuos , y el culo chato de esta ultima era contraarrestrado por ese durazno perfecto que resolvia la espalda de Paula. Me habian depilado el jardin, y las dos exhibian sendos pubis pelados como el patio. Habiamos comido pizza fria, y un salpicon de churrascos frios, aceitunas y queso cortado en cubitos. Lo magro del almuerzo era una entrada al postre, festin de cuerpos que se entrelazaban en una piletita a la sombra del mediodia debajo del reparo de un gomero. Sin mas, el fin de semana pasaba en supino abandono sobre una playa de piel sin gurdavidas, con preservativos flotando a la deriva, y cascaras de sandia como gondolas sobre el pasto.

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