Saturday, February 26, 2011

Blue Calx

Hoy soy un oso polar. Sólo llevó una extraña bifurcación y un retroceso en mi árbol evolutivo para ir desde los  primates superiores a un plantígrado, un ursus borealis, un ser adaptado a condiciones que mi parientes humanos no podrían soportar: aguas al punto de congelación, una presión que podría hundir cualquier otro pulmón, y aire en mi caja torácica como para nadar debajo del hielo un rato largo. Aquí todo es azul, y con un poquito más de imaginación puedo soñar que no hay más humanos, que este océano es cielo líquido, de un azul profundo y sin sonidos más que el latido de mi corazón. Hasta puedo girar y ver el hielo allá abajo (arriba) iluminado por el sol, como un espacio tan mío y singular como el que imagina un niño cuando se posa de cabeza en el sofá del living, y el techo pasa a ser el piso. Es un lugar sin dolor, donde el tiempo desaparece, porque se lo come el espacio, que burbujea en globitos de oxígeno e hidrógeno, como en el sueño de un morfinómano que está flotando en su sueño de opio sintético, en ese par de minutos que se disputan el día y la noche durante el ocaso, salvo que aquí es eterno. Valió la pena ser oso.

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