Wednesday, December 11, 2013

Alcohol

El alcoholismo, el escape de los incompetentes, el consuelo de los solitarios, el refugio vasodilatador frente al desierto astringente y constrictor de la árida realidad. Nunca tuve problemas con la bebida, salvo cuando me hacía decir la verdad, lo cual es muy inconveniente en una sociedad de hipócritas. Pero se me ocurrió, después de ver la película The Flight, que los tres síntomas que llevarían a una persona a preocuparse por ‘el hábito’ (el término, como toda palabra esdrújula tiene un hálito de solemne, y el entrecomillado lo convierte en ‘algo para entendidos’) se pueden resumir en estos tres tips, que sirven para hacer ‘examen de conciencia’, y automonitorear el alcance de la adicción.

1. ¿Reconocés un límite? Si el límite es el piso, y no podés decir, ‘Bueno, muchachos, me voy’, estás en un problema grave. Podés subirte al auto en un estado de omnipotencia, y llevar a la muerte a algún acompañante ocasional, o a tu alcoholizada humanidad.

2. ¿Alguien te refiere una anécdota en la que participaste, pero que no recordás en absoluto? Si es alguien que te conoce, le podés responder riéndote por lo ridículo del momento, pero si implica a algún desconocido, que se sonríe diciendo algo como ‘¿Vos sos el que lloraba y me abrazaba pidiéndome que te lleve a tu casa?’, ahí estás frito. Por lo general, si no aparecen multas de tránsito dentro de los 15 o 20 días después del derrape, o un hijo después de 15 años, no es tan grave. Lo grave es que pase todos los días.


3. ¿Encontráste algún vaso con bebida en un lugar que no corresponde, como un ropero, o dentro del horno, y no podés acordarte cuándo lo dejaste ahí? A algunos les suele pasar con el auto, los hijos, o toda una tripulación de avión, lo cual es muy inconveniente si sos el piloto. Estos ‘blackouts’ implican momentos en que seguramente la pasamos muy bien, pero que desaparecen para siempre, como la responsabilidad de lo que hicimos. Por lo general, el uso de drogas o alcohol es una circunstancia atenuante a la hora de un veredicto por una falta grave, pero mejor no arriesgarse. Mejor tomar solo, y encerrado.

Todo esto en lo que hace a lo exterior, pero en lo interior, hay que sincerarse, y entender que no le podemos pedir prestadas nuestras emociones a una sustancia. He visto en personas tratadas con drogas por fobias o depresión crónica la voluntad de dejar esas drogas. Esto no pasa con el alcohol. El alcohol es un lugar cómodo del que nadie quiere salir. Nos hace mentir, autojustificarnos, minimizar sus efectos y el volumen en que se toma. Lo primero es sincerarse.  Hay un momento de lucidez a partir del cual hay esperanza de volver. Si uno vive pasado, y siente nostalgia por la sobriedad, se puede volver. Pero si uno es conciente de que no puede reír, disfrutar o relajarse, o incluso amar sin estar borracho, es grave.

                           

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