Monday, October 11, 2010

Ars amandi

'Movéte, gordo'. Ella en su imperativo tono femenino no lograba ( más bien todo lo contrario) que El consiguiera una erección completa. Más bien un inapetente priapo, mojado, casi ofendido de que lo despertaran a esta hora lo miraba desde abajo de esa panza sin esperanza, como a medias irrigado por la falla cardíaca de El.
'La puta que te parió'. El, irritado por la falta de motivación y lo inhóspito de una recriminación así, espetada al aire como un gargajo lubricador, no conseguía ponerse lo SUFICIENTEMENTE duro para penetrar ese culito que era el sueño de cualquier tipo que estuviera envergado.No como el de su mujer (60, ama de casa) que parecía una escalera a un sótano, húmedo, lleno de telas de araña, oscuro y blandengue. Esto no era una tarea fácil a esta edad: las pastillitas ayudaban, sí, pero la comida había sido demasiado abundante, con la consabida libación de tinto de la casa. Esto no era satisfacer a una mujer; era como tratar de jugar al billar con una soga. Y después del primer polvo, todos los demás, igualmente cortos, exiguos; era como cuando en la playa en Gesell, el papá del pibe de al lado hacía un castillo de arena enorme, con almenas, foso circundante, portozuelas descendientes, y él.... él sólo podía llenar una tacita con arena y darla vuelta para formar pancitas en serie, insulsas. Así eran los polvos de Oscar. Ella lo llevó  a la bañera y le dijo 'por cincuenta pesos más, te meo'. Claro, ella había tomado cerveza y, conocedora de su oficio, sabía que viejos como éste pedían esas cosas. Lluvia dorada por cincuenta más, 150 el turno, cincuenta más para el remis. 'Parecías más alto por chat'

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