Monday, September 04, 2006

CANCION DE SEPTIEMBRE



Este cuento lo escribí para un concurso provincial de esos en que el jurado esta conformado por docentes y esa onda. Quizas eso determino el hecho de que tenga un tono...¿familiero? Sin querer, y a pesar de lo espontáneo de su impronta, hay una estructura subyacente donde hay un par de corespondencias entre paradigmas opuestos (microcosmos/macrocosmos, niñez/vejez, cielo/tierra) Quise imaginarme como un viejo que, desprovisto de estímulos externos y agobiado de recuerdos, se pone a mirar hacia adentro y hacia atrás, pero que sin embargo dirije su pensamiento más allá, a las estrellas. La vida de un hombre es como un reloj de arena: cuando se ha vaciado uno de los vasos, se vuelve el reloj para que la misma arena caiga en la otra dirección.

Como cualquier otra noche de verano, mi abuelo y yo mirabamos las estrellas desde la galería que daba hacia el camino. En el campo no hace falta levantar la cabeza para ver el cielo, porque esta ahí nomas, con el horizonte de rastrojos haciendo de alfombra para las estrellas. Yo las contaba hasta que me rendía y mi abuelo me hablaba de la Via Láctea, que nutría mis fantasías de niño y hamacaba a mi abuelo en su mecedora. -"No alcanzaría toda una vida para contarlas a todas"-musitaba el abuelo con una voz cansina que parecía venir del cielo mismo. Después sorbía de su aperitivo y agregaba: -"La vida de un hombre es solo un momento en la vida de una estrella. Además, estan tan lejos que la luz que de ellas nos llega, tarda miles de años en llegar hasta acá. Muchas de esas estrellas ya son abuelas, pero para nosotras son como niñas, jovencitas, apenas recién nacidas." Claro, para mi cabeza de ocho años, todas las nociones del infinito no alcanzaban para superar la distancia que nos separaba del camino de tierra, por el que saltaban sapos que perseguían luciérnagas, estrellas con alas que aparecían y desaparecían sin dejar rastros. Después mamá me llamaba a comer y yo me quedaba pensando en las palabras del abuelo, sobre las niñas mas allá de la luna, y las miraba desde mi cama, brillando y azules, hasta que me quedaba dormido. Y soñaba con un cine, o un teatro de la mente, donde mi abuelo era el maestro de ceremonias, cantando en el escenario delante de bailarinas como selenitas, con pelucas de melenita plateada, y la canción decía así:
Cuando del año ese cuarto llegue
en que en la noche se empiece a oír
el rumor de radios al atardecer
verás las estrellas del mar
al cielo subir
De Aries a Piscis esa gran rueda
y el vino del estío subiran
a tus temporales la nieve ira
sus carámbanos de tiempo a colgar
Y como septiembre torna en fuego
de los árboles las hojas al pasar
al niño que en sus juegos amaba
las horas sin cuidado gastar
en viejo que en su lento caminar
su baston arrastra convertirá
...
Hoy yo soy el abuelo de la historia y ya sé cuando septiembre viene, con sus alergias, sus lumbalgias y sus hojas muertas. Mis nietos sólo miran las estrellas de la televisión, y no me escuchan, apenas piensan en que seran viejos algun día. Sin embargo, yo sigo volviendo con mi mente a ese camino y a esas noches con estrellas.

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