Sunday, November 18, 2007

El Exorcista


'¿Quid malum?', se preguntaban los gnosticos acerca del mal en tiempos en que el neoplatonismo desplazaba su origen hacia al exterior, como algo ajeno a la voluntad. Ciertamente, el mal nos sucede, es algo que no podemos controlar, no siempre lo elegimos, como nunca elegimos enfermarnos o volvernos locos, fortuitos avatares todos de la ruleta rusa de la vida, que elige formas insospechadas para ponernos en la cornisa y empujarnos.Y en esta pelicula hay un vistazo al mal como destruccion de una identidad, azaroso rapto y aniquilamiento de la inocencia.Una familia acomodada que parece haber previsto todo en la vida choca contra la manifestacion del mal en una forma que elimina las barreras de lo irracional para hacerlos entrar en los limites de la anomalia, y que reclama de los involucrados un enfoque donde se adivinan problemas como la existencia de lo sobrenatural y las convicciones religiosas, como forma de interpretacion o episteme, lo cual nos pone sin querer en los zapatos y la camiseta de la fe catolica, ya que la etica protestante descarta problemas como la existencia del diablo.Hay un dialogo al final, cuando el exorcismo paso, en que Emily Burstyn le pregunta al cura '¿Se va acordar de todo esto?' Es el unico momento en que parece que no todo esta perdido: la chica poseida no guardara registro en su mente de que una entidad, o una fractura en la personalidad la convirtio en la personificacion de todo lo que tememos: el adversario de la humanidad que, celoso de la creacion de dios, aniquila, mutila, y se autoflajela en aras de destruir todo lo que existe, y, para colmo de males, lo hace usando una fachada de inocencia: una niña en el limbo premenstrual de lo diez u once años. Dos o tres escenas me acompañan desde la primera vez que vi el largo: Max Von Sydow frente a una imagen de piedra que bien puede ser Ariman, el demonio de los persas, una dracocefala escultura alada que levanta su mano y muestra los dientes en una fiera sonrisa mientras dos perros peleandose llenan el aire de ladridos y tierra; la escena de la masturbacion con el crucifijo; el sueño del padre Carras, el otro angel caido del film, figura de la duda y la crisis espiritual, que prefigura su final en una pesadilla en la que se pueden ver imagenes como un rosario cayendo, solo acompañada por un sordo silencio submarino de estatica que nos llena de impotencia, hacen de lo insoslayable de la vision de William Friedkin, un realizador que despues de French Connection nos daria otra joyita como 'Vivir y morir en Los Angeles', el rasgo distintivo de una fundamental mirada, que a veces al sesgo otorga lecturas inquietantes sobre la imagen y su poder.

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