Sunday, November 04, 2007

Kate Bush - Hounds of Love (1985)

Los ochentas son siempre defenestrados por lo artificioso de sus formas estéticas, lo afectado de ciertas poses y el predominio de la imagen, el vestuario, el baile, y la actitud camp por sobre la música, como si unos cuantos peinados, hombreras y brillos pudieran neutralizar el contenido de sus manifestaciones artísticas. Y son siempre los mismos exégetas de cierto primitivismo rockero fundamentalista los que desestiman el sustrato del período antes citado como poco sustancioso, como si el guardarropas de los hijos de Bowie pudiera invalidar loss méritos atávicos de sus herederos. Y el hecho de que la arriba nombrada compartiera clases de mímica con el Proteo Pop habla de la vocación arty que antes describimos, tan irritante a los talibanes de siempre. A la Bush la podemos identificar con todo lo anterior: el veranito surrealista ochentero, pero incluso tiene conexión con otra manía mas de la década anterior, y es el intento del 'disco concepto', forma tan bastardeada en los setentas gracias al prog-rock, y que tiene puntos altísimos como 'The Wall', de Pink Floyd, y tan pelmazo como 'The Lamb Lies Down On Broadway', de Genesis. De la forma determinando el contenido ya hablamos en este post (ver Off the Record, nov 2006) pero aquella vez se me escapó un detalle primoroso: el concepto del disco dividido por lados. Claro que sólo se pudo hacer hasta 1987, con la hegemonía del lp todavía vigente. Me vienen a la mente Morrison Hotel, que tenía dos subtítulos según el lado.


Y 'Hounds of Love', de Kate Bush, que apareció en 1985, exhibía esta característica como uno de sus otros tantos méritos. El disco comienza con una de mis 20 canciones favoritas, 'Running up that hill', un tema impoluto, inversionable, una gema que sólo debe quedar tal como fue grabada (los Placebo se le animaron, con más cariño que mérito, y la versión de Chromatics es decididamente insulsa) El 'in crescendo' del tema, con su ritmo cabalgante, tiene todos los condimentos de un clásico: melodrama ( un pacto con el otro sexo para que experimente nuestra eterna incomunicación ), tensión (golpes de tom tom tipo Phil Collins), intensidad.Y está el componente técnico, que determina lo vigente del disco. Se dejan escuchar los por entonces recién aparecidos teclados Fairlight, que sampleaban sonidos y que aportan detalles para ambientar el relato del disco. Lo de conceptual se hace mas patente en el lado B, que tiene los temas enganchados sin 'fade' entre uno y otro, lo que sumado a las sutilezas de efectos sonoros lo hace un disco perfecto para escuchar con auriculares. Y es en este fluir (el agua esta presente en todo el disco en sus 3 estados) en el que la Bush se nos muestra deudora en la concepción, ejecución, y estilo, del simbolismo o lo descripitivo o programático de sus dos parientes conceptuales, Cocteau Twins y Talk Talk. Al igual que estos, la Bush canta sin importarle mucho la dicción, pero ESAS notas estan ahi, cumpliendo con su propósito embrujado de deleitarnos o hechizarnos, ya sea a través del paisaje de sus arreglos vocales 'perrunos' -aullidos-, o un coro de grave registro que le agregan dramatismo y contraste a la aguda voz de Kate. 'Hounds of Love' es en primera persona una entrada del diario íntimo de una mina de los 80's, como lo es 'Purple Rain' para el pibe, en la confirmación de lo arriba esbozado: la voluntad por lo artificioso, lo elegante en la seducción, el adoptar roles a la hora del cortejo siguiendo la retórica copiada de diálogos de cine de la era 'camp', lo que la hace, sin ir más lejos, en líneas como 'I feel your hounds around me', con su posible y risible adaptación criolla, 'me tirás los galgos', en el testimonio del ars amandi de la era. Pero mientras Prince se muestra desaforado y libidinoso, genuinamente consumido por la urgencia de su deseo de cazador, la Bush, como toda mujer que juega a la presa, consciente de ser la zorra delante de los perros, hace de su ingenuidad el incentivo principal de su seducción. En 'Cloudbusting' hay cuerdas con arreglos que hoy llamarían 'loopeados'(cacofónicos) y redobles de tambor que evocan recuerdos infantiles, como en toda la placa que, concebida como un viaje, se vuelve oscura en 'Waking the Witch' con aires acusatorios, o melancólica en 'Hello Earth', para resolver en la esperanzadora 'Morning Fog', con la guitarra acústica de John Williams. No es un disco para entender los ochentas, porque sería tan simplista como ver 'Las Horas' para entender 'Las Olas' de Virginia Woolf, pero es mejor que conocer a Emmanuel Horvilleur antes que Prince, o a Interpol antes de Joy Division.(Maridajes naturales: 'Purple Rain', de Prince; 'The Colour of Spring', de Talk Talk; 'Victorialand', de Cocteau Twins)

                                                         Qué Bombón, Caterina Arbusto


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